En los últimos años la
escena literaria peruana pareciera atravesada por numerosos prejuicios que,
luego de caer sobre un autor, han impedido no solo el disfrute de su obra, sino
también el análisis y difusión. Si la labor de la crítica consiste en la
formulación y reformulación del canon, también debe detenerse en los sucesos
extraliterarios que han confundido a algunos lectores. En el presente artículo
se analiza el estigma que se cierne sobre Miguel Gutiérrez y su producción
literaria, se recoge las declaraciones de Iván Thays y otros escritores, y se
propone dejar atrás la agresividad que circunda nuestras letras.
Miguel Gutiérrez: la
violencia, el tiempo, los cambios
Existe un grupo de escritores que se ha dedicado a
silenciar la obra de Miguel Gutiérrez. Le señalan una y otra vez el vínculo que
tuvo con causas nefastas de nuestro pasado político reciente. El problema está
en que han ignorado los cambios de Gutiérrez y han fomentando así el
malentendido.
En nuestra opinión Gutiérrez
cometió un error al elogiar a Abimael Guzmán en su ensayo La generación del 50: un mundo dividido.[1]
Sin embargo, no podemos negar que, con el tiempo, Gutiérrez ha optado por
revisar su mirada política y estética, aunque sin abandonar “su ley social”.[2]
En el prólogo a la segunda edición de su ensayo declara que este es, “sin duda,
un libro controversial, de escritura vehemente, algunos de cuyos planteamientos
de tipo político han sido desmentidos de manera implacable por la realidad”.[3]
Además, acusa a Guzmán de haber desarrollado “una política autoritaria, hostil
(casi de desprecio) a los intelectuales, línea política que se resumía en una
cita de Engels, sacada por lo demás fuera de contexto, según la cual "los
intelectuales conformaban un montón colosal de basura"”.[4]
Y añade también:
“Hay,
por supuesto, muchas otras críticas que se deberían hacer, pero yo terminaré
refiriéndome a la caída de Abimael Guzmán, pues era una figura que por el papel
que desempeñó dentro y fuera del Partido ya no se pertenecía a sí mismo sino a
la causa popular que, creo entender, debe estar por encima de jefes y líderes.
Sé que se han dado diversas razones para explicar y justificar la forma en que
cayó el líder de SL, entre éstas la que más trascendió al público general
sostiene que Guzmán decidió preservar su vida para evitar la descomposición o
desaparición del Partido, pero este razonamiento se basa, como dije líneas
arriba, en una concepción errada, ya que implica una suerte de
consubstanciación casi mística entre Guzmán y el Partido. Recuerdo que mientras
veía por la televisión las incidencias de la caída del "Presidente
Gonzalo", acudieron en tropel a mi mente sucesos, escenas e imágenes sobre
el altísimo costo que significó para el pueblo peruano y los propios
combatientes el desarrollo de la guerra. Entonces recordé la primera visita que
hice a un familiar en El Frontón. A la entrada del pabellón de los prisioneros
de guerra había un enorme cartel, en el que se leía esta cita de Mao:
"Quien se atreva a ser cortado en mil pedazos podrá desmontar al emperador",
y como lo fui sabiendo, no se trataba de una frase retórica o demagógica, pues
no pocos militantes murieron de esa manera, literalmente, pero ahora el
"Presidente Gonzalo", según veo por televisión las incidencias de su
apresamiento, ha olvidado la vieja sentencia maoísta”.[5]
No
compartimos la perspectiva a partir de la cual Miguel Gutiérrez observa la
realidad. Pero en una democracia lo peligroso es que todos piensen del mismo
modo. La generación del 50: un mundo
dividido fue escrito desde una visión parcial[6]
(lo que es válido para cualquier texto) y su autor ha enriquecido con el tiempo
las herramientas que emplea para su análisis, tal como se puede apreciar en las
citas anteriores. En este sentido subscribimos las palabras del crítico Javier
Ágreda al respecto de las partes más cuestionadas del ensayo de Gutiérrez: “Hoy
cuesta entender sus fuertes cuestionamientos a Quijano y su entusiasmo ante la
inteligencia, voluntad y "coherencia" de Guzmán. A pesar de los
problemas que estas páginas le han originado, Gutiérrez ha preferido mantenerlas
en esta nueva edición (salvo un par de adjetivos, nos dice en el prólogo), lo
que es una muestra de su honestidad intelectual y respeto a un texto que
representa, más que nada, un testimonio del tipo de debates y posturas de
nuestros intelectuales frente a una de las peores crisis vividas en la historia
del Perú”.[7]
En
el terreno político, entonces, carece de exactitud imputarle a Miguel Gutiérrez,
de forma velada o explícita, vínculos con Abimael Guzmán. No se debe olvidar
que la realidad siempre es más compleja que las etiquetas reduccionistas, las
cuales también pueden recaer sobre una producción literaria.
A
mediados de la década del 90 Gutiérrez publicó Celebración de la novela,[8]
libro que circula entre el ensayo, la autobiografía, la ficción y el elogio.
Gutiérrez reflexiona sobre los clásicos del XIX, el Ulises de Joyce y la obra
de Beckett, cuenta sus experiencias durante la escritura de La violencia del tiempo[9] y se somete a una auto-entrevista. La
pasión por la novela es la línea que cohesiona al texto.
En Celebración de la novela Gutiérrez va más allá de los esquemas
aplicados en La generación del 50: un
mundo dividido. Exhibe desconfianza en el realismo socialista, pues
concluye que este tipo de ficción “no era realismo sino idealismo, en la medida
en que presenta a los sujetos, los acontecimientos y las cosas no como son sino
como debieran ser. Se trata, pues, de una estética del “deber ser” y supeditada
a criterios morales y de utilidad revolucionaria de la obra artística”.[10]
A esto Gutiérrez le suma una apuesta por la novela como ámbito de libertad:
“La
novela no sólo es incompatible con el socialismo, sino que surgió como
oposición y resistencia a los valores degradados del capitalismo. En realidad,
la novela (y ahora más que nunca) surgió como defensa del yo, del individuo, de
la autonomía de la persona contra todos los poderes que quisieron o aún quieren
someterlo o aniquilarlo. No es lo mismo individuo que individualismo. Julián
Sorel, por ejemplo, quiere afirmarse como individuo mediante el amor dentro de
una sociedad regida por leyes que se lo impiden. Esta lucha por afirmarse le
costará la vida”.[11]
Y concluye:
“Por
eso creo, como dije en otra ocasión, cada vez más que la novela debe
“convertirse en reducto, en un espacio de resistencia a la crueldad, la locura
y la estupidez humana”, sea cual sea el sistema social en que se manifiesten.
Si se es fiel a estos principios, a este espíritu, la novela puede tener muchas
posibilidades de desarrollo, tanto con la invención de historias, como con las
búsquedas de estilos sustentadas en la ligazón con la vida, como también
mediante la exploración y descubrimiento de territorios de la realidad, de la
mente y de las formas, ya que, específicamente, y esto también ya lo he dicho,
en el caso de la novela peruana considero que hay temas y variedades
novelísticas aún insuficientemente explorados”.[12]
Así, como sucede con su
enfoque político, no es exacto calificar de maniquea la poética de Gutiérrez. Hacerlo
implica no haber leído su obra con el debido cuidado. Aunque sus preocupaciones
sociales siguen intactas, en el ejercicio de la escritura novelística ha tomado
el camino de la desideologización, optando por la variedad temática y formal,
cosa que se puede apreciar en sus libros posteriores a La violencia del tiempo, como en Babel, el paraíso,[13]
en el que no existen referentes geográficos o en Poderes secretos,[14]
que linda entre el ensayo y la ficción.
Este neologismo, que resulta de la unión de las palabras
“letras” y “latifundio”, es empleado en el libro Poesía en rock[15]
para describir cómo algunos escritores se vinculaban con el ambiente literario de
Lima hasta hace pocos años.
Escrito a cuatro manos, por
Yrigoyen y Carlos Torres Rotondo, Poesía
en rock narra la historia de los grupos poéticos peruanos que aparecieron
entre 1966 y 1991. Como una suerte de larga entrevista, se les cede la voz a algunos
miembros de Estación reunida, Hora Zero, La sagrada familia y Kloaka.
Yrigoyen y Torres Rotondo limitan su presencia a los pies de página y escriben los
textos de prólogo y colofón. En el primero señalan que el encuentro entre
Martín Adán y Ginsberg significó una inflexión en la poesía de nuestro país, la
cual dejaría atrás sus referentes españoles y peruanos de la primera mitad del
siglo XX para profundizar en la oralidad de los anglosajones. En la nota final
hacen un recuento de lo sucedido desde inicios de los 90 hasta las postrimerías
del 2000. Estas son las páginas que dan cuenta de aquellos escritores para los
cuales, durante más de una década, “el espacio literario era su chacra, o mejor
aún, su letrifundio”.[16]
“Durante
el fujimorato un círculo de escritores, vinculados a las multinacionales, con
amplios poderes mediáticos y unidos por cierta visión conservadora de la
sociedad, ejerció un dominio público incontestable, opacando a los demás bandos
por medio de una selectiva segregación basada en el más descarado amiguismo y
en la extracción de clase. La izquierda maoísta, representada por los viejos
escritores del grupo Narración, regresó con obras mayores pero fue incapaz de
cualquier internacionalización. Esta situación dio como resultado que se
formara un bando de izquierda alternativa, no partidarizada y de discurso más
bien progresista, cuyo poder se basa en sólidas y eficientes conexiones al
medio académico americano. El inevitable enfrentamiento entre la derecha
mediática y la izquierda académica ocurriría a mediados de la presente década a
través de diversas escaramuzas en la prensa escrita, en las cuales el
macartismo, el clasismo y hasta el racismo se hicieron presentes, explícita y
solapadamente; la literatura peruana ofreció de esta manera uno de los
espectáculos más repugnantes que podamos encontrar en sus registros”.[17]
Mientras se revisa los
ejemplares de la revista Somos y el
suplemento El Dominical, ambos del diario El
Comercio, se comprueba que la
literatura peruana viva parecía estar encarnada en menos de diez narradores y
poetas, los cuales, de cuando en cuando, sometían a sus otros colegas a la invisibilización
y, en algunas circunstancias, el agravio implícito. Estos escritores se
ensañaron principalmente contra Miguel Gutiérrez.
Aquí un ejemplo.
El año 2001, el Fondo de
Cultura Económica publicó El mundo sin
Xóchilt[18]
de Miguel Gutiérrez. En sus casi 600 páginas, esta novela narra la historia de
amor de los hermanos gemelos Wenceslao y Xóchilt. En El Dominical la
reseñaron.
En una columna de no más de
300 palabras, Víctor Coral, luego de una descripción, señaló: “Un detalle.
Fastidia la presencia en la novela de algunos errores gramaticales
concernientes a la coordinación de tiempos verbales. Los casos más flagrantes
son los que consignan los segundos párrafos de las páginas 166 y 184”.[19]
Dos semanas después Miguel
Gutiérrez responde con una carta dirigida al director de El Dominical, Alonso
Cueto: “Amigo Cueto: En la página 3 de la edición del 14 de octubre de El Dominical se publica una reseña sobre
mi novela El Mundo sin Xóchitl con el
título “La destrucción o el amor””.[20]
Gutiérrez se refiere al detalle indicado por Coral y agrega: “Dado el tono
general de la nota y por el prestigio de que goza El Comercio, estas temerarias aseveraciones prevalecerán en la
memoria del lector cada vez que se aluda a mi novela”.[21]
Luego explica las razones por las cuales no existen los errores que ha acusado
Coral, y sostiene: “La perfidia y la fatuidad de que hacen gala ciertos
críticos y reseñadores antes que irritarme me divierte, mas si a esto se suma
la perniciosa ignorancia que tanto puede afectar al lector, entonces ya no
puedo permanecer indiferente. Por eso me he visto obligado a emprender la
desagradable tarea de escribir esta carta”.[22]
Alonso Cueto guarda silencio
y Coral termina el intercambio con un descargo: “Tanto el señalar los errores
como el elogiar la novela en su conjunto, fueron hechos con la sinceridad y el
respeto que faltan en su carta al referirse a una supuesta perfidia, fatuidad e
ignorancia. La crítica habla de problemas de coordinación de tiempos verbales,
no de problemas con el número (singular y plural)”.[23]
No es inadecuado indicar las
erratas de un libro. Sin embargo, en lo tocante a la novela de Gutiérrez,
confluyen tres elementos que tornan el comentario de Coral en significativo.
1. En una novela de casi 600
páginas como El mundo sin Xóchilt es
comprensible que haya algunas erratas, porque muchas veces, pese a la voluntad
del autor, estas se filtran y terminan en la impresión final. Se puede poner
como ejemplo el mismo texto que se ha citado de Víctor Coral. Es una columna de
solo 300 palabras; sin embargo, cuando trata de resumir la novela de Gutiérrez,
Coral escribe: “El contrapun0to entre el gran fresco sobre la sociedad piurana
de la época y la historia secreta, en cierto modo esotérica, del amor entre dos
hermanos púberes, es llevado con pericia y naturalidad a lo largo de toda la
obra”.[24]
Según la Real Academia Española (RAE), “contrapun0to” es una palabra que no
existe. Al parecer Víctor Coral quiso escribir “contrapunto” y no
“contrapun0to”.
2. Si bien Marco Aurelio
Denegri es un crítico que, desde hace décadas, ha venido realizando comentarios
pormenorizados a la corrección de la gramática y el léxico de los libros de
ficción; en El Dominical no ha habido
esta costumbre entre lo reseñadores que publicaban a inicios del 2000.
Mencionaremos dos ejemplos, ambos escritos por Diego Otero. En la edición del
27 de mayo de 2001 Otero comenta la primera novela de Gustavo Rodríguez, La furia de Aquiles.[25]
Dice sobre ella: “Una prosa ligera e hipnotizante, que asimila las lecciones de
concisión y rusticidad de Carver y compañía, pero que, al mismo tiempo, y
quizás paradójicamente, no deja de alimentarse de la efímera voluptuosidad de
nuestras calles: el chiste instantáneo, el juego de palabras, el doble sentido.
Un libro recomendable: verdadera y sencilla diversión”.[26]
Dejando a un lado el hecho de si se está de acuerdo o no con la apreciación de
Otero, lo que sorprende es que, en ningún momento, se hace mención a las
erratas de la obra de Rodríguez. Otro caso es el de la novela Shiki Nagaoka: una nariz de ficción,[27]
de Mario Bellatin. La novela no pasa de 100 páginas; sin embargo, en el texto
final, que no pertenece a Bellatin, sino a Rynosuke Akutagawa, las erratas son
abundantes. Quizás esto no se le pueda responsabilizar a Bellatin, sino más
bien a la editorial. No obstante, Otero no lo menciona.[28]
3. En El dominical de inicios de la década del 2000, Víctor Coral no
volvió a hacer un comentario semejante al dedicado a El mundo sin Xóchilt.
Iván Thays es un escritor que ha acumulado, como pocos,
una enorme cantidad de declaraciones y artículos que dan seña del derrotero que
ha seguido su visión de la literatura, su proyecto estético y la estima que guarda
hacia su propia obra. Thays forma parte de los escritores del “letrifundio” y
es quien más juicios ha emitido sobre Miguel Gutiérrez.
En su artículo de fines del
90, La edad de la inocencia: acerca de la
narrativa peruana última,[29]
Thays reclama para sí ser leído “ateniéndose en primer término a lo literario y
estético”,[30]
pues sostiene:
“Cuando
el talento literario disminuye, empieza a hablarse del talento filosófico o de
ideas. Cuando también éste escasea, empieza a hablarse del talento sociológico:
es la escalera de descenso en literatura. Nadie se atrevería a hablar de las
ideas o la filosofía que hay detrás de Stendhal, Flaubert, Tolstoi, Faulkner,
Joyce, Nabokov, García Márquez, Onetti. En ellos sólo interesa la literatura,
el relato, la historia, los personajes, la latencia de la prosa. En cambio, se
habla de lo filosófico, de la inteligencia, de las grandes ideas representadas
en las obras de Eco, Kundera, Sartre. Escritores menores, sin duda. Para
terminar, cuando ni las ideas salvan al autor, empieza a hablarse de los
aspectos sociológicos”.[31]
La de Thays es una postura a
favor de lo literario. Es decir, de la literatura como un mundo interior
independiente de cualquier contexto sociocultural. Empero, en el mismo artículo
en el que expone esta idea, califica a otros autores bajo criterios
extraliterarios (por ejemplo, por su potencial mercantil, su pertenencia social
o su convicción ideológica). Cuando se refiere a la que para muchos fue la
mejor novela peruana de los 90,[32]
País de Jauja,[33]
de Edgardo Rivera Martínez, señala: “la atención puesta a Rivera Martínez
merece que su obra pruebe su talento en terrenos menos dóciles, como el mercado
internacional del libro”.[34]
Cuando menciona a Grecia Cáceres, escribe que en su novela, La espera posible,[35]
“demuestra un gran aliento para contar una historia provinciana casi espectral,
que ocurre en Huaraz”.[36]
Y cuando se dedica a Miguel Gutiérrez, subraya su postura política:
“También
tenemos a Miguel Gutiérrez. Después de haber sostenido, con frases
sociologizantes y politiqueras en un desafortunado libro de ensayos La generación del `50: un mundo dividido,
que sólo los escritores que estaban a favor de un cambio radical y mostraban
coherencia entre el “ser” y el “pensar” podían ser bien considerados
literariamente (e incluso de destacar a Abimael Guzmán como una inteligencia
superior dentro de esa generación, además de paradigma de esa coherencia
buscada), se dedicó a cumplir con su saldo literario.”
Quizás este sea el fragmento
más analizable. Thays quiere ser leído solo de forma literaria y evita las
lecturas desde otras ópticas. Sin embargo, para calificar a Gutiérrez y su obra,
echa mano de elementos sociológicos y políticos. Esta fórmula la ha repetido a
lo largo de los años, al parecer sin percatase de la fractura lógica.
En el artículo Un artefacto literario anacrónico,[37]
dedicado a Gutiérrez, con motivo de la segunda edición de La generación del 50: un mundo dividido, Thays apunta: “Estos
ensayos, que se inscriben en la doctrina marxista, están escritos, según propia
confesión, por alguien que piensa que el mundo está dividido entre aquellos que
defienden un viejo régimen burgués y aquellos que ven en “la lucha popular” (en
el libro varias veces se alude a Sendero Luminoso y a Abimael Guzmán como
paradigmas de esa lucha) la posibilidad de establecer un nuevo orden”.[38]
Podría pensarse que Thays emplea una conjugación verbal en presente histórico.
Sin embargo no es así y Thays juzga de nuevo a Gutiérrez por su pasado político
(o lo subraya como una idea fuerza). Se debe recordar que este artículo fue
publicado el 2008; es decir, doce años después de que Gutiérrez sacara a la luz
Celebración de la novela, libro en el
cual, como ya se ha descrito, el mismo Gutiérrez amplía su visión de la
literatura, desideologizándola. Thays lo pasa por alto y menciona sobre la obra
de Gutiérrez: “No todas las novelas son parte de un “mundo dividido” entre
buenos y malos, o habría que decir específicamente entre el Bien y el Mal, como
está dividido eclesiásticamente el mundo narrativo del propio Miguel
Gutiérrez”.[39]
Al parecer Thays no se ha
detenido en el prólogo a la segunda edición de La generación del 50: un mundo dividido. Como se ha subrayado líneas
arriba, en dicho prólogo Gutiérrez no solo critica a Abimael Guzmán, sino
también declara que su ensayo es, “sin duda, un libro controversial, de
escritura vehemente, algunos de cuyos planteamientos de tipo político han sido
desmentidos de manera implacable por la realidad”.[40]
Es decir, tanto en términos políticos como literarios, el Miguel Gutiérrez de 1988
es muy diferente al de 2008. Sin embargo, Thays le pide coherencia:
“Si
es cierto que “el ser determina la conciencia”, como dicta el marxismo, abruma
ver hoy a Miguel Gutiérrez, el otrora luchador contra el “antiguo orden”,
figurando en la página de sociales de El Comercio, acariciado por los críticos
que él llamó “carlistas”, alabado en todas las páginas culturales que él
calificó de “mafiosas”, y hasta publicado con gran felicidad suya por una
editorial transnacional que él calificó siempre de “enemigas de clase” e
imperialista; abruma en particular el contenido ideológico o las alabanzas a un
grupo de asesinos que se escudaron bajo una supuesta “guerra popular” y que
hacen de este libro un artefacto literario anacrónico”.[41]
Que Thays declare “abrumarse”
porque Gutiérrez publica en la editorial Alfaguara o porque su obra es objeto
de diversos estudios académicos, es semejante a “abrumarse” porque Mario Vargas
Llosa en la década del 60 colaboró con el Frente de Liberación Nacional de
Argelia (FLN), apoyó abiertamente a la Revolución Cubana y firmó un manifiesto
de respaldo a la lucha armada en el Perú del Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR).
Para nosotros ninguna de las
circunstancias anteriores debería sesgar la lectura y el disfrute de la obra de
Mario Vargas Llosa y Miguel Gutiérrez. Definitivamente no compartimos sus
opiniones (pasadas o actuales) sobre diversos temas, pero esto no nos empuja a relegarlos
en términos literarios.
“La
literatura de cualquiera no es sino el producto individual, personal e
intransferible de ese autor. Más allá de compartir rasgos de edad, país, sexo,
religión, cultura, etc. con otros autores, lo importante es qué hay en ese
individuo de interesante. La literatura peruana es una suma de individualidades
que si es importante es sólo porque algunos autores lo son… Dicho de otro modo,
la literatura auténtica no es apátrida ni cosmopolita sino individual, un
mapamundi reconstruido por nuestros gustos, nuestras ideas, nuestras
afinidades, nuestras almas gemelas, nuestros maestros que son como un sello de
agua, un archivo de huellas digitales, algo personal que nos hace siempre
diferentes a los demás, diferencia que es la única razón por la cual vale la
pena escribir”.[42]
Thays complementó su idea de
“autenticidad” distanciándose de todo aquello que fuera un acto colectivo o
implicara una reflexión social. Así, en una entrevista del año 2001, para la Revista Domingo del diario La
República, ante la pregunta sobre cómo vio las movilizaciones de los
jóvenes contra Fujimori y Montesinos, Thays responde: Estuvieron bien.
“No eran tu opción.
No.
Ni hablar ni escribir artículos sobre eso.
¿Por qué?
Porque
como ciudadano no tengo mucho que decir. Mi opción es votar y expresar así lo
que pienso. Y enojarme con lo que pasa, no sé.
¿Pero por qué dejarles a
otros la pelea contra la corrupción, la inmoralidad?
Porque
cada uno tiene su opción. No es que yo haya dicho “déjenselos a otros”. Me
parece bien que ellos lo hagan y también me parece bien si no lo hicieron. Para
mí la palabra clave es individuo. El individuo decide con su conciencia qué es
lo que tiene que hacer. Y yo decidí no participar”.[45]
“Yo
no soy un intelectual. No investigo ni estudio antes de escribir. Se me paran
los pelos ante este asunto. Un escritor debe tener una gran dosis de sabiduría
para hallar en la metáfora una verdad y, de paso, contar con una gran cuota de
ignorancia. Por eso, jamás me verán diciendo frases como las que pronuncia mi
admirado Vargas Llosa”.[46]
Estas declaraciones han
cumplido más de una década, y Thays ahora, en los últimos meses, se ha tornado
en un escritor que, si bien no tiene una filiación política partidaria, ha
empezado a preocuparse por cuestiones sociales. En su blog del diario El País, de España, ha criticado uno de
las tantos textos economicistas del abogado Alfredo Bullard, quien es la cabeza
visible del Análisis Económico del Derecho en nuestro país;[47]
ha defendido a César Vallejo del ataque acometido por un neoliberal como Diego
de la Torre y ha cargado contra del pragmatismo de la Marca Perú;[48]
y, según sus propias palabras, ha sido capaz de poner “patas arriba el discurso
hegemónico en torno a la cocina”,[49]
entre otros temas.
Thays ha explicitado su
cambio en una entrevista reciente para el diario Perú 21.
“Cuando
escribí La disciplina de la vanidad tenía 30 años y me encantaba la
metaliteratura, estaba obsesionado con los temas sobre escritores, pero luego
la vida me mostró que lo metaliterario no era lo que yo había venido a escribir
a este mundo. Estuvo bien cuando era joven, pero luego tuve ganas de escribir
algo que portara un mensaje o que dijera algo sobre las cosas que pasan, pero
no con un compromiso ideológico”.[50]
No cabe la menor duda de que
otras son en la actualidad las preocupaciones de Iván Thays, a quien no se le
debe juzgar por su cambio de perspectiva (ni por los contenidos de sus últimos
textos). Reclamarle coherencia sería tan inapropiado como reclamarle a Miguel
Gutiérrez, por ejemplo, el hecho de haber sido publicado por el Congreso del
Perú o en la editorial Punto de Lectura. Y este reclamo sería doblemente inapropiado
si analizamos nuestro contexto. En el Perú son poquísimas las verdaderas
editoriales, publicar mediante una “editorial independiente” es costoso[51]
y el libro digital aún no goza de popularidad; de modo que Miguel Gutiérrez tomaría
una decisión desafortunada si dejara pasar oportunidades tan escasas.
La atención de Thays hacia
Gutiérrez, sin embargo, tiene al parecer otros matices. En la entrevista para
el diario Perú 21 Thays declara: “Yo soy totalmente honesto, si Un
lugar llamado Oreja de Perro no hubiera sido escrito por mí sino por
Miguel Gutiérrez, ahorita la gente estaría diciendo que esa es la gran novela
del siglo XX”.[52] No
se explica el porqué de la alusión a Gutiérrez, pues el periodista en ningún
momento se refiere a él. Empero, Thays lo vuelve a mencionar: “Yo no soy un
escritor vitalista, que escribe sobre microbuseros. Mis mujeres son seres
imposibles, hay un lirismo en sus vidas que no puede haber en las novelas de un
escritor como Miguel Gutiérrez”.[53]
Y continúa: “Lo que creo es que el escritor no puede hacer marketing de sí
mismo, o sea, eso me parece desagradable, incómodo, que un escritor se
marquetee a sí mismo y hable de sí mismo”.
Otra explicación para
esta actitud, que puede complementarse con la anterior, quizás se encuentra en
el prólogo a la segunda edición del libro de relatos de Thays, Las fotografías de Frances Farmer.[54]
“Cuando en 1992 salió publicado el libro en la editorial
Pedernal, muchos vieron en él sólo unos relatos de “lenguaje”, sin argumento,
unidos a experiencias tan estrambóticas para mí, y pasadas de moda en el mundo
intelectual, como las del Tel-Qel o
las del nouveau roman de Nathalie
Sarraute… Para muchas personas, yo “escribía” bien, aunque no tenía la menor
idea de lo que era un cuento, y hasta algún miembro de Narración me aconsejó un día, con la mejor disposición y buena
voluntad del mundo, por cierto, que aprovechara que aún era joven, que olvidara
que ese libro existía y que “cambiara de estética”.[55]
El grupo literario Narración tuvo entre sus integrantes más
significativos a los escritores Oswaldo Reynoso y, coincidentemente, Miguel Gutiérrez.
Los sucesos enumerados no deben fijar nuestra reflexión
en un único individuo, sino dilatarla hasta abarcar la integridad del contexto.
El proceder de Iván Thays con Gutiérrez ha sido el de cada uno de los miembros
del “letrifundio”, quienes, dejando a un lado lo meramente literario, han agredido
a diversos autores ajenos a su círculo. Varias son las causas de este hecho.
Entre otras, la que sigue: durante las décadas del 70 y 80, el grupo Narración también juzgaba con modos
semejantes a los que hemos detallado en este artículo. En cierta medida, el
accionar del “letrifundio” ha sido una revancha contra lo realizado por Narración,
y los de estos por lo que hicieron sus predecesores, y así podríamos recorrer buena
parte del devenir de la literatura peruana.
De otro lado, los dislates no
son propiedad exclusiva de unos cuantos. Cualquier prosista o poeta puede
resbalar en ellos. En una entrevista para el suplemento Variedades del diario El
peruano Ricardo Sumalavia declara que ha leído a “muchos autores de otros países
de América Latina antes que las novedades peruanas”.[56]
Sin embargo, luego no solo compara nuestra literatura última con la de otros
espacios (“la prosa y también la historia, claro, de un joven mexicano o
argentino, por lo general, son más osadas que la de un peruano),[57]
sino incluso la juzga (“en conjunto veo poco interés por explorar las
posibilidades de la lengua y cómo éstas podrían aportar mucho más a sus
universos narrativos”).[58]
¿Cómo se puede realizar la comparación y la crítica de algo que no se conoce?
Ricardo Sumalavia tendría que explicarnos su método de análisis.
En Honores y Bellatin
podemos encontrar, desde la crítica y la creación, el modo adecuado de
problematizar y superar lo trazado por el canon oficial. No confunden sus
pasiones personales con el aprecio estético hacia lo producido por los otros.
Postulan sus opciones literarias sin confundir el diálogo con la agresión.
Mientras no aprendamos de sus ejemplos, seguiremos creyendo que la literatura
peruana es tal como la describió Iván Thays a fines de los 90; es decir, una
literatura “más dada a la envidia, los
rencores y las mezquindades cuando no al mandarinazgo o a la dictadura ética,
social o política de algunos autores”.[61]
[1]
GUTIÉRREZ, Miguel. La generación del 50:
un mundo dividido. Lima: Arteida, 2008, 335 p. Primera edición: 1988.
[2]
Revista Domingo del Diario La República, Lima, enero, 2000, Nº 85, pp. 29 y 30.
[3]
GUTIÉRREZ, Miguel. Op. Cit. p. 24.
[4]
Ibídem. p. 21.
[5]
Ibídem. pp. 22 y 23.
[6]
Ver la entrevista realizada por Lucho Zúñiga a Gutiérrez: http://www.youtube.com/watch?v=BdL5o4SA-xE
[8]
GUTIÉRREZ, Miguel. Celebración de la
novela. Lima: Peisa, 1996. 258 p.
[9]
GUTIÉRREZ, Miguel. La violencia del
tiempo. Lima: Punto de lectura, 2010, 1044 p. Primera edición: 1991.
[10]
Op. Cit. p. 14.
[11]
Ibídem. p. 231.
[12]
Ibídem. p. 232.
[13]
GUTIÉRREZ, Miguel. Lima: Jaime Campodónico, 1995, 93 p.
[14]
GUTIÉRREZ, Miguel. Lima: Colmillo Blanco, 1993, 224 p.
[15] YRIGOYEN, José Carlos y
TORRES ROTONDO, Carlos. Poesía en rock.
Una historia oral. Perú 1966-1991. Lima: Ediciones Altazor, 2010, 326 p.
[16]
Ibídem. p. 250.
[17]
Ibídem, pp. 248 y 249.
[18]
GUTIÉRREZ, Miguel. El mundo sin Xóchilt.
Lima: Fondo de cultura económica, 2001, 585 p.
[19]
CORAL, Víctor. La destrucción o el amor. En:
El Dominical de El comercio, 14 de Octubre, 2001, p. 3.
[20]
GUTIÉRREZ, Miguel. Carta de Miguel
Gutiérrez. En: El Dominical de El comercio, 28 de Octubre, 2001. p. 3
[21]
Ibídem.
[22]
Ibídem.
[23]
Ibídem.
[24]
CORAL, Víctor. Op. Cit.
[25]
RODRÍGUEZ, Gustavo. La furia de Aquiles.
Lima: Alfaguara, 2001. 335 p.
[26] OTERO, Diego. Retrato de un don nadie adolescente. En:
El Dominical de El comercio, 27 de mayo, 2001, p. 3.
[28] OTERO, Diego. Documento de irrealidad. En: El
Dominical de El comercio, 24 de noviembre, 2002, p. 7.
[29]
THAYS, Iván. La
edad de la inocencia: acerca de la narrativa peruana última. En: Vórtice. Lima, 1999, Nº 5, pp. 43-54.
[30]
Ibídem. p. 50.
[31]
Ibídem. p. 51.
[33]
RIVERA MARTÍNEZ, Edgardo. Lima: La voz, 1993, 515 p.
[34]
Op. Cit. p.46.
[35]
CÁCERES, Grecia. Lima: El santo oficio, 1998, 210 p.
[36] THAYS, Iván. Op. Cit. p. 50.
[37]
THAYS, Iván. Un artefacto literario
anacrónico. En: El Dominical de El Comercio, 3 de agosto de 2008, pp. 4 y
5.
[38]
Ibídem. p. 4.
[39]
Ibídem. p. 5.
[40]
GUTIÉRREZ, Miguel. La generación del 50:
un mundo dividido. Lima: Arteida, 2008, p. 24.
[41]
Op. Cit. p. 5.
[42]
THAYS, Iván. La
edad de la inocencia: acerca de la narrativa peruana última. En: Vórtice. Lima, 1999, Nº 5, pp. 53 y 54.
[43] CHARLES, TAYLOR, La ética
de la autenticidad, España, Paidós, 1994. p. 68.
[44]
Ibídem. p. 69
[45]
MIRANDA, Óscar. Entrevista a Iván Thays.
En: Revista Domingo de La República, 14 de enero de 2001, p. 40.
[46]
GONZÁLEZ, Rosa. Secretos de autor. En:
Revista Domingo de La República, 2 de julio de 2000, p. 26.
[50]
CABRERA JUNCO, Jaime. Iván Thays: “No soy un escritor vitalista que escribe
sobre microbuseros”. En: http://blogs.peru21.pe/leeporgusto/2012/01/ivan-thays-no-soy-un-escritor.html
[51]
Ver nuestro texto: ¿Entre acostarme con Bayly o matar a mi vieja? En: http://quizaestoyequivocado.blogspot.com/2011/08/por-julio-meza-diaz-no-se-si-lo-que.html
[52] Op. Cit.
[53] Ibídem.
[54] THAYS, Iván. Las fotografías de Frances Farmer.
Lima: Adobe editores, 2000, 127 p. En el mismo libro se indica que el prólogo
fue escrito en marzo de 1997 y para la segunda edición.
[55]
Ibídem. pp. 16 y 17.
[56]
DONAYRE, José. “Mi lengua literaria es el
español”. Ricardo Sumalavia en la dimensión de la memoria y la recreación.
En: Revista Variedades del diario oficial El Peruano, 23 de abril de 2012, p.
6.
[57]
Ibídem.
[58]
Ibídem.
[59]
HONORES, Elton. Ortodoxos y heterodoxos:
hacia un panorama de la narrativa fantástica peruana contemporánea (1980-2010)
desde el sistema literario. En: Lo fantástico en Hispanoamérica. Elton
Honores (Coordinador). Lima: Cuerpo de la metáfora editores, 2011, pp. 28 y 29.
[60]
PLANAS, Enrique. Las advertencias del
poeta ciego. Entrevista a Mario
Bellatin. En: Luces de El comercio, 22 de junio de 2012.
[61]
THAYS, Iván. La edad de la inocencia:
acerca de la narrativa peruana última. En: Vórtice. Lima, 1999, Nº 5, p. 43.
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ResponderEliminarEstimados lectores y lectoras: Por favor, no reduzcan este debate al mero insulto. Mantengan las formas.
ResponderEliminarSaludos.
Un templo sin sagrario es como un pueblo sin metafisica, sostuvo Hegel. No he llegado a querer a los poetas ni a los escritores por el solo hecho de pretender serlo. Exigo algo mas, porque no todo es poesia, ni todo literatura. Leer es mas civil e intelectual que el escribir. Thays llega a ser por momentos esteticamente logrado, pero politicamente encubridor. Disfruto mas de Tito Flores Galindo que de Gutierrez, él primero me parece original e ingenioso, el segundo provocador y desatinado. Ya sabemos como queda el Perú cuando se analiza solo desde la tempestad en los andes. Mas sensato, racional y justo, Alas y Raices de Miguel Giusti. Un abrazo Julio.
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