jueves, 6 de mayo de 2010

El Comic y el Humor Político: El Otorongo (#)

Por: Julio Meza Díaz

Para aquellos que seguimos de cerca los vaivenes de la política peruana actual, la depresión no es una enfermedad lejana, sino un abismo el cual bordeamos peligrosamente. ¿Cómo no desear la muerte si tenemos ante nuestros ojos a un candidato que, con solo mantener un silencio latente
[1], ocupa el primer puesto en las encuestas para los comicios presidenciales? ¿Cómo no rogar la caída de un rayo fulminante sobre nuestras cabezas si una candidata exhibe, como único plan de gobierno, la liberación de su sentenciado padre? ¿Cómo no querer que un piano de cola se abata desde un veinteavo piso y nos fulmine contra la vereda, si el probable candidato “más inteligente” habla medio en serio y medio en broma sobre su aspiración a ocupar el palacio de gobierno? Existen, pues, muchos motivos para que descendamos por la espiral de la tristeza absoluta. No obstante, a veces la esperanza se cuela al modo de una luz audaz: el humor, siempre cuestionador y corrosivo, nos obsequia un vivo ejemplo de que aún en el Perú existen personas con buen juicio y talento innegable.

Y el humor en la política peruana, y en el mundo de la ilustración nacional, lleva un nombre: El Otorongo. Suplemento que sale de forma gratuita todos los viernes con el diario Perú 21, El Otorongo muestra en su nómina de plumas a los más destacados autores de comics de nuestro medio. Entre ellos tenemos a Heduardo, Carry, Rossell, Andrés, Cossio, Águeda y Sanjinez, entre muchos otros más.

¿Por qué El Otorongo se llama El Otorongo? Pues sus autores dan una explicación que linda entre lo zoológico y lo político, a través de la voz del mismo Otorongo: “Solo tengo una regla (de tres): comer bien, dormir harto e hincar como ninguno. Así, en la selva de la política criolla muerdo búfalo, cazo palomas y le salto encima a cuanto burro, lagartija o perro -sea de chacra o del hortelano- se me cruce en el camino”
[2]. ¿No parece acaso este Otorongo un representante cualquiera de nuestra fauna política? Por supuesto que sí. ¿Y que haya personas que se dediquen a revolcar otorongos con las sabias redes del humor no es algo que brinda esperanza? Claro que sí. ¿No deberíamos conocer, entonces, a estos locos que empuñan lapiceros de tinta china como únicas armas de ataque, defensa y, sobre todo, crítica? Sin ninguna duda, sí… Y es sobre esto último que trata este artículo: dar a conocer la voz de las cabezas que se alzan tras “El Otorongo”.

Perú 21. Martes 2. Febrero. 7 pm.

Me presenté en la oficina donde se reúnen los autores de El Otorongo, y todavía muchos de ellos no habían llegado. Los que estaban presentes se mostraron amables: conversamos sobre lo extrañas y absurdas que son, en algunas ocasiones, las artes plásticas contemporáneas. Puse un ejemplo: no hacía mucho vi una muestra que se centraba en una maleta vieja y un papelito que decía “me voy para siempre”. “Eso es una broma. Tomándolo del mejor modo posible, eso es una broma”, me dice Miguel. Yo añado: “En esos casos, lo más artístico es lo que escribe el curador, que es “un poeta” difícil, críptico”. “Y atormentado”, señala Miguel. “Una vez leí a un curador que le encontraba a una alfombra colgada la conciencia social de un pueblo”. De inmediato, nos matamos de risa.[3]?”. “¡¡¡Nooo!!!”, responden en conjunto. “¿Pero lo han leído?”, les inquiero. “Era inevitable”, señala Rossell. “Era lo único que había”. “Entonces, es una influencia”, añado. “Es un previo”, precisa Rossell. “Como el noviazgo. Luego viene el matrimonio. Y después el divorcio… Es decir, tú te puedes inspirar en el entorno para elaborar una crítica. Pero no me digas que continuamos una labor que otros empezaron y la dejaron allí”.

Reflexiono sobre el humor político: cuestiona, corroe, socava el status quo. Pero, ¿también construye? Les hago conocer mi pregunta. Águeda dice: “Sí, porque genera sentido crítico en la población”. Miguel precisa: “Juan Parra del Riego
[4] decía que los humoristas gráficos ayudaban a construir ciudadanía”. Rossell sentencia: “El humor político destruye lo que tenga que destruirse. Es decir, tumba lo débil, lo que está construido con mentiras, con quincha chueca. Lo que queda en pie, puedes llamarlo construcción, si quieres”.

Vuelo sobre la historia de la república peruana, y, hastiado de su penoso devenir, escucho la voz del célebre personaje de Vargas Llosa, Zavalita, quien, luego de mirar la avenida Tacna sin amor, se pregunta: “¿En qué momento se había jodido el Perú?
[5]”. Tomo esta pregunta, le doy otro matiz, y se las alcanzo a mis entrevistados: “¿Puede dejar de estar jodido el Perú?”. Carry señala: “Esa es una pregunta cliché. ¿Por qué pensar que solo el Perú está jodido, cuando el mundo entero lo está? El Perú no es mejor ni peor que otros países. Hay mucha miseria en todo el mundo”. “Es decir, ustedes postulan lo que argumenta Charles Taylor: la lucha continua[6]”, les digo. Miguel complementa: “Sí, puesto que siempre existe una tensión entre lo que son los intereses del individuo y los de la comunidad”.

De pronto, entra el coordinador del grupo y me invita a retirarme. Pienso en que debo
[7], la genial novela gráfica de Alan Moore y Dave Gibbons: “¿Quién vigila a los vigilantes?”. Entonces, yo me pregunto: “¿Quién se burla de los que se burlan?”. A continuación, se desliza una pequeña bomba a mis labios, y la arrojo: “¿Se dan cuenta que, gracias a la incesante crisis política, ustedes están ganando dinero?”. Silencio de cementerio. Miradas duras. Carry indica: “Esa es una pregunta falaz”. Rossell agrega: “Nadie come de la crisis”. Andrés dispara: “El humor gráfico necesita inteligencia. Y esa es una pregunta poco inteligente”. Miguel argumenta: “Nosotros únicamente dibujaríamos muchachas y flores si en nuestro país no existieran políticos corruptos ni tuviéramos que preocuparnos por llegar a fin de mes”.

Al poco rato, ingresan al ambiente los demás miembros del equipo. Chacota generalizada. Bromas, saludos, carcajadas, abrazos, y más bromas. Me abro paso entre el vozarrón divertido pidiéndoles un poco de atención. Se vuelven hacia mí y aguardan mis preguntas. Suelto una: “¿Por qué han elegido el análisis político desde el humor gráfico?”. Miguel me responde: “El orden de la respuesta es inverso al de la pregunta. Nosotros hemos comenzado dibujando, y hemos concluido que no podemos permanecer impasibles ante la realidad”. Rossell dice: “Hacemos humor de muchas maneras. El humor gráfico [de tema político] optó por nosotros. Acá no tienes oportunidad de elegir. Apenas se te cruza una oportunidad, la tomas”. Carry agrega: “Son las circunstancias. Surge un suplemento de humor político, y, naturalmente, llaman a los que han estado trabajando antes en esto”.

Pienso en la tradición peruana de publicaciones de comic, y les suelto: “¿Ustedes asumen que su referente histórico más cercano es Monos y Monadas


Me despido aliviado: frente a la sucia pregunta que les arrojé, este conjunto de artistas no solo reaccionó con entendible indignación, sino también con honda agudeza. Mientras salgo de las oficinas de Perú 21, me repito la última frase, que contiene mucho de tristeza, mucho de compromiso, y mucho de esperanza: “Nosotros únicamente dibujaríamos muchachas y flores si en nuestro país no existieran políticos ni corruptos ni tuviéramos que preocuparnos por llegar a fin de mes”.

Otorongo, ¡cómete a los otorongos!

Al principio hablé de los deseos que a varios de nosotros nos persiguen cuando pensamos en la política peruana. Rogamos por un rayo fulminante que caiga sobre nuestras cabezas y nos convierta en un montoncito de ceniza. Suplicamos por un piano de cola que nos aplaste al doblar una esquina y nos reduzca a una abstracción surrealista en la vereda… Soñamos, sencillamente, con la muerte…

No obstante, quizás no deberíamos ser tan pesimistas. Las publicaciones como El Otorongo nos regalan verdaderas esperanzas, pues ellas demuestran que viven en nuestro país personas que, sin elegir la arbitrariedad o la violencia, hacen escuchar su voz crítica, que representa a un grueso número de la ciudadanía, y que alimenta el debate democrático con perspectivas inteligentes y renovadoras. De modo que, mientras sigan existiendo El Otorongo y demás prensa parecida, podemos mantener la fe en que, tal vez dentro de mucho o poco, la política peruana se enrumbará por el camino de lo razonable.

Pero, mientras esto no suceda, gritemos a todo pulmón: “Otorongo, ¡cómete a los otorongos!”.

(#) Artículo publicado en el número 14, año 2010, de la revista PUCP de comics Tiralínea.

[1] Cabe recordar que la democracia siempre implica el intercambio de ideas; es decir, el diálogo. Solo con este se llega a consensos razonables que redundarán en políticas positivas para la población. Así que optar por el mutismo no es más que una muestra de ignorancia o perversión de los modos propios del sistema democrático.

[2] Esta breve declaración de principios se encuentra en la página web de El Otorongo: http://blogs.peru21.pe/elotorongo/

[3] Revista de corte político fundada en 1905 por Leonidas N. Yerovi, y refundada 1976 por Nicolás Yerovi.

[4] Poeta peruano de vanguardia. Huancayo, 1894 – Montevideo, 1925.

[5] Mario Vargas Llosa. Conversación en la Catedral. Primera Edición, 1969. PEISA, 2001. Página 9.

[6] Charles Taylor (Montreal, 1931), en su libro La Ética de la Autenticidad (Primera Edición, 1991. PAIDÓS, 1994), escribe lo siguiente: “La naturaleza de una sociedad libre estriba en que será siempre escenario de una lucha entre formas superiores e inferiores de libertad. Ninguno de los bandos puede acabar con el otro, pero pueden desplazarse sus líneas, nunca de forma definitiva, pero al menos sí para algunas personas durante cierto tiempo, de una forma o de otra. Por medio de la acción social, el cambio político y la captación de corazones y mentes, pueden ganar terreno formas mejores, al menos durante algún tiempo. En cierto sentido, una sociedad auténticamente libre puede tomar como descripción de sí misma el lema formulado en otro sentido bastante diferente por movimientos revolucionarios como las Brigadas Rojas: “la lotta continua”, la lucha continua y, de hecho, permanente”.

[7] DC Comics, 1986.